domingo, 6 de mayo de 2018

Coma Berenices


Tiempo de lectura: 5 min.

El sol entraba tímidamente por el gran ventanal del recinto. El rey Filipo III Evergetes como de costumbre se levantó a la primera luz del alba, y se asomó para contemplar el esplendor de su reino. A lo lejos podía divisar el faro de Alejandría que brillaba como una estrella en el horizonte. Era el momento de vengarse del traidor que había terminado con la vida de su hermana y su sobrino, futuro rey de Siria.
Moneda rey Ptolomeo III


Esa mañana se preparó con su enorme ejército para combatir en tierras lejanas, no sin antes de despedirse de su amada reina Berenice. Le acaricio y beso su larga melena, tan bella como el mejor de las melenas Leónidas. No sabría si volvería con vida….

 Al otro extremo, en el reino de Siria, esa misma mañana, Laodice I se levantó repentinamente, con una extraña sensación de malestar y miedo. No, no por remordimientos de haber envenado a su marido, el rey seléucida Antíoco II, a su mujer, hermana del rey Ptolemaico y su hijo, quien iba a suceder al trono de su marido. Desde que su hijo, el actual rey Seleuco II Pogon, o más conocido como el barbudo, sabía que la venganza del rey egipcio tarde o temprano llegaría. Sin más demora, aviso a su hijo de que algo malo sucedería en el reino, y que Ptolomeo regresaría, no se equivocaba.

La reina Berenice, intentaba ocupar el día con quehaceres cotidianos, supervisando los problemas del reino, pero su angustia y temor de que su marido no volviera aumentaban cada día. Todas las mañanas rezaba y acudía al templo de Afrodita llevando presentes con el propósito de que su marido llegara con vida. Su desconsuelo y sensación sin embargo no decrecía, y prometió a la diosa que sacrificaría si para ello era necesario, su bien más precioso, su larga y admirada cabellera.  Juro en el mismo templo que si su marido regresaba, ese mismo dia ofrecería su cabellera a la diosa.

Finalmente, en una mañana del año 246 a.C los dos ejércitos se encontraron. La lucha fue encarnizada, sangrienta, pero el poderoso ejército Ptolemaico, con nuevos inventos proporcionados por el ingeniero Arquímedes de Siracusa, posibilitaron la ventaja necesaria para aplastar al ejecito Sirio. Evergetes derroto al ejército Sirio sin contemplaciones, mando asesinar a Seleuco II junto a su madre. La venganza estaba servida.

La reina recibió pronto noticias de que el rey regresaba, vivo, además con un gran botín y recuperando imágenes pertenecientes a reyes egipcios de guerras pasadas. Ese hecho le dio la fama del Bienhechor para el pueblo. Inmediatamente, la reina acudió al templo de Serapis para cumplir su promesa. Sin embargo, durante la noche, la cabellera fue robada. Berenice y Ptolomeo , enfurecidos llamaron a los sacerdotes guardianes del templo. La cabellera no apareció, y ambos sabían que esto no gustaba a los dioses.

Conon de Samos, era el astrónomo de la corte, había descubierto para el reino innumerables nuevas estrellas y predicho eclipses, además, su amistad con Arquímedes había proporcionado al ejercito nuevas armas de combate. No podía quedarse parado, y acudió raudo a la corte. Llevaba varias semanas observando un grupo de estrellas cercanas a Virgo. Para calmar los temores del rey, le explico que ese grupo de estrellas recién aparecidas en el firmamento no eran ni más ni menos que la cabellera de la reina Berenice que había sido transportada por la misma Afrodita, que, al verla, maravillada de la hermosa melena, la elevo al firmamento para ser contemplada y admirada para la eternidad.

Así se tejió el mito de esta constelación, que nos llegó gracias al gran Eratóstenes, que en aquellos tiempos era el responsable de la Biblioteca de Alejandría, geógrafo y astrónomo entre muchas cosas, paso a la historia por ser la primera persona (hace más de 2200 años) en calcular con gran precisión la circunferencia de la tierra, con solo dos palos y sus sombras proyectadas, pero este es otro tema. El mito cayo en el olvido y no fue hasta el año 1602 cuando el Tycho Brahe la catalogo como constelación.

Coma Berenices es una constelación nada vistosa a simple vista. Las constelaciones vecinas son: al oeste el León (Leo); al norte, Los Perros de Caza o Lebreles (Canes Venatici); al este el Boyero (Bootes) y al sur, la Virgen (Virgo), las cuales servirán de referencia para su localización.  A nivel de observación, destaca por algunas estrellaas variables, pero especialmente por ser una ventana a otros universos. Destaca por la gran cantidad de objetos Messier, al menos 7, en su gran mayoría galaxias, las cuales comparten con la constelación de Virgo. Estas forman parte de las denominadas grupo local o Cumulo de Virgo. Son nuestras vecinas “estelares”, galaxias que se encuentran entre 40 y 60 millones de años luz, todo un festín para aquellos que disfruten de verdaderos cielos oscuros y telescopios de gran apertura.


Esto es posible debido a la posición del Sol que realiza un giro completo en aproximadamente 250 millones de años, es el llamado "año cósmico". En este punto la mirada está centrada lejos de la Vía Láctea, la interferencia debida al gas y polvo de nuestra galaxia es prácticamente nulo, lo que hace que sean visibles muchas galaxias.

Se calcula que hay más de 2000 galaxias en esta pequeña porción del cielo, cada una con sus miles de millones de estrellas, y si a eso le añadimos que, según las últimas investigaciones sea probable que cada estrella tenga sistemas planetarios, os podéis imaginar el nº de posibles “tierras”. Messier 100, el protagonista de esta entreada (también conocido como NGC 4321) es una galaxia espiral a unos 52,5 millones de años luz . Fue descubierta por Pierre Méchain en 1781. Es una de las galaxias más grandes y brillantes en el cúmulo de Virgo, con una luminosidad similar a la de la galaxia de Andrómeda. Es bien conocida por la multitud de supernovas encontradas en estos últimos años, algunas observables con simples telescopio de aficionado.

En “visual” difiere enormemente de la espectacularidad que ofrece la fotografía de larga exposición, pero ver en directo una galaxia amigos es indescriptible, una sensación y paz difícil de relatar. Solamente saber que los fotones emitidos a 50 millones de años impactan sobre tu retina que estimula el nervio óptico y crea la imagen que finalmente nuestro cerebro construye, es al menos para mí, mágico.
Dibujo M100. Telescopio 8 pulgadas.


El 17 de abril del 2018, apunte mi telescopio de 20 cm a la galaxia, en una noche de temperatura suave, tranquila, típica primaveral.  Los vecinos apagaron sus luces y me dieron una breve tregua para poder adaptar mi visión nocturna y ganar al menos una magnitud visual. La primera visión es que la galaxia no aparece de repente, y solo con unos minutos de adaptación y visión “periférica” consigo apreciar una mancha débil, con un núcleo viene marcado y paulatinamente comienzo apreciar los brazos de lo que es una espiral. Es de las pocas a las que puedo apreciar la forma estando en mi lugar de observación con una contaminación lumínica moderada. La zona estelar es pobre, franqueada por dos estrellas de magnitud 8 o 9. Reviso mis notas y las comparo con las del gran observador José Luis Comellas, descrita en su obra magna Guía del Firmamento, el libro en castellano obligatorio para observadores amateur con telescopios modestos. Me sorprende y alegro al coincidir en casi todo lo que el observo allá por los años 70.

Sin duda, la observación astronómica, no solo me proporciona la posibilidad de disfrutar de lo que el firmamento nos ofrece, el espectáculo visual o la paz que me cubre, sino, además de sumergirme en la historia y trasladarme a tiempos inmemorables del reinado de Ptolomeo III, Eratóstenes, Conon y viajar hasta la Biblioteca de Alejandría.




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